Una luciérnaga me enseñó a amar

blog luciVuela, es libre de ir a donde quiera. Alumbra a su paso cualquier oscuridad por profunda que sea. Sólo una es necesaria para alegrar mi día. La belleza exterior no es lo que me atrae, es su luz, es ese destello que viene desde el fondo de su ser, esa belleza interna que deslumbra el anochecer.

La amo. Al admirarla me siento alegre, provoca felicidad el apreciar un ser vivo tan curioso. Brilla, y sin siquiera saber me enamora. Me gustaría llenar un jarro con ellas y alumbrar mi habitación, pero eso no es amor. El amor no aprisiona. Al contrario, libera y ayuda a volar.

Porque ya no me interesa poseerla, entiendo que al amar estas dispuesto a perder con tal de ver al otro los cielos surcar. Me gustaría tenerla entre mis manos, pero hay peligro de lastimar, y no, eso no es amor, el amor no duele, no lastima ni hiere. O por lo menos no el amor profundo, talvez el mundano.

La amo, porque ella no me necesita para brillar, su luz no depende de mí, es perfecta y armoniosa sin que yo tenga que estar ahí. Si necesita mi ayuda mi mano le tenderé  para curar sus alas,  sin afán de sanarla para que vuele en mi jardín, porque el amor ayuda sin esperar nada a cambio, sin egoísmo.

La amo, y si ella me amara y decidiera volar en mi camino sería agradecido con la vida por esa gran bendición, pero mi amor no está condicionado a que me ame de regreso. Porque el amor que siento por ella me llena, es suficiente para alumbrar mi interior, es suficiente para encender mi propia luz y eso ya es hermoso.

La amo, porque a pesar del clima exterior, su luz interna siempre encendida está. La amo porque su naturaleza es brillar, a pesar de sus heridas, a pesar de sus batallas perdidas. La amo por la armonía que me hace sentir, por esa alegría que me invade al poderla apreciar.

La amo porque es perfecta por naturaleza, sin necesidad de quererlo ser.  La amo porque es una divina creación, porque a pesar de no ser la más hermosa, brilla con seguridad. La amo tanto que verla volar es mi inspiración, aunque yo no sea de su iluminar la razón.

Pablo López Navarro.