Solía ella decidir si sería nublado o soleado mi día, solía ser ella quien dominaba mis sentimientos y dirigía la batalla interna por conseguir la paz, solía ella decidir lo que era posible y lo que no.
Ella era acusado y verdugo, planeaba la ejecución y juzgaba el resultado. Me torturaba cuando era malo, también lo hacía cuando no era suficiente. Solía ser mi peor enemiga, solía hacerme creer que no podía, y junto con los miedos hacían mi vida imposible. Me hacían creer que vivir era duro, que ganar era impensable, y que sólo lo negativo pasaba, que lo positivo es invención de las películas, pero las tragedias la realidad de la vida. Ella me hacía creer que decidir mi futuro era una locura, que debía atenerme a la crueldad del destino.
Solía disfrutar enfocarse en lo gris y distraerme del momento con ansiedad del futuro o del pasado arrepentimiento. Solía crear cualquier especie de historias con tal de alejarme de vivir el presente. No me dejaba ser feliz, porque aunque lo tenía todo, me hacía creer que no tenía nada, porque aunque el momento era perfecto ella me llevaba a donde quería.
No me dejaba en paz, le gustaba torturarme. No me dejaba soñar, le gustaba cortarme las alas. No me dejaba vivir, le gustaba apagar mi espíritu. Porque era su diversión molestarme, disfrutaba revolver mis aguas, amaba cual tirana controlarme.
Hasta que comprendí que el que decide soy yo, hasta que tuve el valor de enfrentar los fantasmas, apagar la luz y tomar al toro por los cuernos. Hasta que descubrí que los miedos solo existen en mi cabeza, y decidí pensar diferente. Hasta que comprendí que si ella tenía poder era porque yo se lo daba. Hasta que entendí que yo podía ser el capitán de mi propio barco.
Y fue entonces cuando empecé a conocer la felicidad, cuando el estrés se fue, los miedos dejaron de asustarme y la paciencia me invadió. Fue entonces cuando descubrí que todo es cuestión de una simple decisión, cuando me di cuenta que despertando yo podía decir si saldría el sol o estaría nublado, cuando noté que correr el riesgo valía la pena, y dominar a mi mente era necesario.
Solo entonces descubrí que el dejar de pensar en el futuro para vivir el momento era la mejor opción, y que liberarme del pasado era relajante. No por olvidar, sino por perdonar, y no por dejar de planear, sino por confiar.
Y es que esa simple decisión me dio paz. Por más que mi mente diga que esto no es tan fácil ya no la escucho, por más que los miedos me atormenten sigo con paso firme porque confío en mí, en Dios y en la vida. Porque confiar da seguridad, pero temer destruye. Porque amar es lo que importa, y odiar simplemente envenena.
Decide hoy como quieres vivir, y a quien quieres vencer. Enfócate en tus enemigos y jamás ganaras, véncete a ti mismo, y jamás volverás a probar derrota.
Pablo López Navarro.